A veces el hecho de que nada tenga sentido es muy liberador. Otras es aterrador.
Lo mismo pasa conmigo.
Hay momentos en los que ser yo no duele y son la ostia. Un bálsamo para las quemaduras, Orfidal para el alma. Aunque en otros me paralice completamente y empiece a sudar, existen estos en los que, simplemente se, es liberador. Son pocos y no tan duraderos como a mí me gustaría. Estos momentos son en los que la vida merece mucho la pena y todo tiene un sentido poético.
Hoy he pasado por todos los estados.
Ahora estoy queriéndome sin medida y solo quiero llorar, así que bostezo grande y me libero del peso que hace solo unas horas me hacía creer que me ahogaba, que me tambaleaba.
Cuando la imperfección no duele, su textura, sabor, temperatura y forma son perfectas. Cuando duele, no tiene aristas y te revienta de una sola vez apretando tu pecho y nublando tu vista.
Prefiero vomitar cuando se instala en el estómago. Si lo hace en el corazón siento la oscuridad de un infinito y desconocido Universo.
Y eso es demasiado para un ser tan pequeño como soy yo.
Pequeña e insignificante.
Desconocida, casi invisible.
¡Qué libertad tan gustosa es ser sin dolor!
¿Ves? Hablo de esto y bostezo a moco tendido.
PD: Sin faltas y a lo loco. O con ellas y en absoluta calma.
PD2: Hoja de contactos de sesión de fotos con Anita Mañez Gran fotógrafa y mejor persona.