10mayo2020
El dolor de una madre puede alimentar a un ejército de vikingos. O por lo menos la mía. He tardado muchos años en darme cuenta. Justo lo que he tardado en hacerme mayor. El otro día le pregunté:
«Mamá ¿Cómo estás?»
y su respuesta fue:
«Mañana voy a hacer tortilla de verduras»
Ahí lo entendí todo. Por fin, a mis 43 años, me di cuenta de que es toda una vida alimentando al clan. En tiempos de dolor y gloria. En calma y guerra. Ante enfermedades, muertes, éxitos, nacimientos, depresiones, logros, caídas, resurgimientos y ahora una pandemia y la muerte de Papá. Mamá siempre estuvo en la cocina haciendo de comer para un número que ha ido reduciéndose hasta llegar a una, ELLA MISMA. Por eso en casa siempre hay una olla de barro con un potaje con mogollón de cosas. «Por si viene alguien a comer» dice.
Así fue, la mañana del día del libro, mientras esperábamos a la funeraria y después de dejar guapísimo a mi padre, mi madre se puso a hacer un pisto. Nadie dijo nada, era su duelo, era su rutina, es su vida.
(Tengo que decir que el mejor pisto que he comido en mi vida)
Así que aquí estamos dos generaciones. Una pro-terapias de expresión emocional y otra pro-quehaceres del hogar, el silencio y el paracetamol.
«Estoy un poco cansada» digo
«Tómate un paracetamol» dice
«Mamá, no quiero tomar un paracetamol»
«Yo me tomo uno todas las mañanas»
«Madre, a veces hay que sentir los dolores para poder sanar el verdadero problema»
«¿Has limpiado el baño?»
El dolor de una madre puede alimentar un ejército de vikingos y dejarles las armaduras como los chorros del oro.
Pero yo no desisto:
«Puedes llorar, mamá»
«A mí no me quedan lágrimas»
«…» Para esto no tengo respuesta, solo respeto.
En mi fuero interno quiero cambiar ese modo de pensar pero me digo: «Tiene 30 años más que tú» Así que calla la boca y escucha.
¿Será cierto que se acaban las lágrimas? ¿Será que te vas secando por dentro también? ¿Será que tantas experiencias traumáticas te queman las existencias del lacrimal? o ¿Es solo la dureza familiar?
Son las 20h y se oyen los aplausos apocalípticos ahí fuera, me dice:
«Mira, se oyen los aplausos»
Quiero animarla, que sienta que pertenece a algo:
«Venga, mamá, sal a aplaudir»
«Me tienes que arreglar la luz del pasillo»
A mí me rompe todo el rato. Pero tengo que entender que después de tantos años cuidando de cinco hijos y un marido, ya solo le queda dejar que las rutinas se vayan perdiendo como las lagrimas en la lluvia de mi amado RUTGER HAUER. Porque ahora, con 74 años y por primera vez en su vida, ya solo se tiene que ocupar de ella misma. No consigo que me cuente cosas, pero imagino que tiene que ser un viaje muy desconcertante.
¿Cómo estoy yo?… pues, comiendo como si el ejército de vikingos se hubiera apoderado de mí para hacerla feliz mientras se da cuenta que la vida ha vuelto a cambiar sin su permiso. Y aprenda a cocinar para una.
PD: He intentado encontrar la imagen de una diosa vikinga decente pero todo son o niñas medio desnudas o macizas en bragas y me parece que ya está bien de sostener los estereotipos femeninos taaaaaaaaannnn limitados.
PD: Siento las faltas…