10sept2022
Me arde el cuerpo. Un calor promiscuo. He olvidado la pluma y solo quiero escribir pero no tengo pluma. Por algo será, porque me siento pesada, ardiente, hinchada, caderosa… En fin, me arde la cabeza, me sudan los codos, me palpita el alma.
La música es peligrosa. Me pongo la que está prohibida en estos casos y camino por el metro como salida de una película de… No, sólo eso, salida por dentro, pero contundente por fuera. El tren se tambalea, puede que muera ahora mismo. Qué descanso, qué torpeza morir cachonda. O ardiente, porque no sólo salivo por la piel de un hombre recio que me huela y me abarque. No, también ardo por expresar belleza. Belleza salvaje y cautelosa cómo la que emanan las mujeres que ya sobrevuelan los cincuenta.
Corro, El tren se va sin mi. Otra vez no. Esta vez quiero cogerlo y llegar lo más rápido posible a mi siguiente pasión. El sudor se lamina con el aire acondicionado. Soy yo en conflicto con la realidad. Pensar en el aire frío saliendo de un tren ardiendo me lleva a pensar… “El planeta se desgasta” y el ardor carnal se transforma en furia.
Podría haber sido una metáfora de mi apasionado mundo interior versus mi bloqueo exterior, pero estar destruyendo el planeta gana la batalla.
¡Ay! Primavera que llegas en septiembre en este invierno vagón, mientras mi tropical estado de ánimo le gana terreno a la clausura. ¡Ay!
La música prohibida sigue sonando. Es negra, por supuesto. Como negros son los que acaban de detenerse a mi lado en este viaje. Son guapos y altos, bueno, uno no.
Me abrigo, el aire frío gana terreno… La destrucción del planeta TIERRA es inevitable.
Me doy cuenta que no llevo la mascarilla (cosas de pandemia, por si alguien lee esto dentro de 30 años) ¡Qué pena! Nadie me ha llamado la atención. Habría contestado sin dudarlo: “Disculpe, señora, es que me quemo por dentro” Ella habría contestado: «Eso es la menopausia, querida» Y yo no habría sabido qué contestar, porque últimamente estoy probando a pensar que el otro siempre tiene razón y a ver qué pasa.
Hasta aquí he llegado. Agradecida por las nuevas tecnologías que me han permitido escribir esto al instante. Enfadada con la humanidad por no poner límites a nuestra avaricia. Y sudada por la pasión que ha despertado en este nuevo capítulo del viaje.
Siento si las faltas ortográficas os han reventado el hígado y me odíais por ello… pero… la pasión no sabe de forma solo de contenido. Aquí os dejo unas comas ,,,,,,, y unos acentos «««para cubrir mi torpeza.